SADOP Rosario participó del Encuentro “Más y mejor Educación” que se llevó a cabo en la ciudad de Buenos Aires el pasado jueves y viernes. La jornada estuvo organizado por los principales gremios docentes –SADOP y CTERA-, CLACSO, la Universidad Pedagógica (UNIPE) y la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (UMET).
Participaron del encuentro docentes de todo el país, dirigentes de CTERA y SADOP, pedagogos, académicos, diputados y militantes de derechos humanos, sociales, sindicales, que rindieron homenaje a Stella Maldonado y ratificaron el compromiso de “la lucha por el derecho a la educación, y constituir un aporte a pensar la última década y a imaginar la próxima”.
El secretario general del SADOP Rosario, Martín Lucero, participó de la mesa “Evaluar el sistema educativo argentino: ¿qué?, ¿cómo?, ¿para qué?”, junto a Emilio Tenti (IIPE), Miguel Duhalde (CTERA), Patricia Sadovsky (UNIPE) y la coordinación de Daniela Perrotta (CLACSO).
A continuación compartimos la ponencia completa presentada por el Secretario General del SADOP Rosario, Martín Lucero.
“Ninguna prueba estandarizada que mida resultados instrumentales parciales
puede dar cuenta del estado de un sistema educativo”
(Stella Maldonado)
En primer lugar quiero agradecer al Comité Organizador de este Congreso y felicitar a todos los compañeros que han trabajado incansablemente en el mismo. Siempre es una muy buena noticia que la educación y los educadores tengan un ámbito de Encuentro. Encontrarse, hablar, escuchar, compartir, son distintos modos del Educar.
Cuando me honraron con esta invitación en nombre de SADOP no pude más que ponerme contento por tener la oportunidad de participar y expresar -desde nuestro lugar de responsabilidad en el Sindicato- cuáles son las perspectivas sobre la problemática de la Evaluación.
¿Qué surge en el Sindicato cuando hablamos del tema?
Desde hace varios años la seccional Rosario de SADOP organiza un Encuentro de Docentes de Escuelas Privadas. Los encuentros tienen como eje un hilo conductor y cada panel profundiza sobre la problemática tratada. Hace dos años el cierre de la jornada fue un panel de ex Ministros de Educación de la provincia de Santa Fe. La idea fue que a 30 años de la restauración democrática los ex funcionarios realicen un balance de lo sucedido en Santa Fe en materia educativa y los debates pendientes. El panel resultó muy interesante y no estuvo exento de polémica cuando uno de los disertantes sostuvo que entre las deudas pendientes estaba “implementar ya el incentivo por resultados en el sistema educativo. Los docentes no pueden ganar todos igual, hay que premiar a los mejores, igual que a las escuelas por sus resultados”.
Imaginarán ustedes el murmullo desaprobatorio del auditorio, compuesto en su gran mayoría por docentes, muchos de ellos además, delegados sindicales. Y es un síntoma esperable. Hablar de resultados implica hablar de exámenes. Hablar de mejores implica hablar de peores; nunca más atinado aquella expresión que dice que las comparaciones son odiosas.
A partir de aquella propuesta surgieron varios interrogantes: ¿Quién va a evaluar? ¿Por qué siempre a los maestros? ¿Le van a dar un premio a las mejores familias, o acaso los únicos responsables de educar somos los docentes? ¿Por qué no piensan cómo están las escuelas antes de echar culpa a los maestros? ¿Quién dice que un maestro es bueno o malo, una prueba o lo que pasa realmente dentro del aula? Como puede verse, los interrogantes se multiplican casi tanto como las criticas.
Esto es así porque la percepción sectorial es que cada vez que se pone la lupa sobre la problemática de las escuelas y los docentes nunca es para atender las causas, sino para tratar de impedir a las consecuencias. Con una lógica liberal implacable, lo que cuenta es el resultado, no el proceso por el cual se llega al mismo. Y -lo que es peor aún- es que el estándar para medir el éxito o el fracaso no admite matices: o sos el primero del ranking o sos el último, sin importar de dónde venís, ni dónde pretendés llegar.
A esta altura alguno de ustedes podrá decir que evaluar el sistema educativo no puede confundirse con evaluar a los docentes porque es algo más complejo. De hecho el paradigma mediático recurrente de la evaluación internacional de sistemas educativos, LA FAMOSA PRUEBA PISA, define que “tiene por objeto evaluar hasta qué punto los alumnos cercanos al final de la educación obligatoria han adquirido algunos de los conocimientos y habilidades necesarios para la participación plena en la sociedad del saber. PISA saca a relucir aquellos países que han alcanzado un buen rendimiento y, al mismo tiempo, un reparto equitativo de oportunidades de aprendizaje, ayudando así a establecer metas ambiciosas para otros países.”
Llamativamente la definición de PISA no hace ninguna referencia a los educadores. Ni a los procedimientos, ni a las condiciones heterogéneas que se dan en los diversos países. Por el contrario, PISA se arroga:
1. Tener la medida justa para saber si un alumno va a tener “participación plena en la sociedad del SABER” (quienes diseñan las PISA no tienen problemas de Ego)
2. “Relucir a aquellos países que han alcanzado un buen rendimiento” (O lo que es lo mismo permitirle que hagan propaganda con los resultados)
3. Ayudar a “establecer metas ambiciosas a otros países” (o lo que podría traducirse como venderle consultorías a los países que no tienen “buenos resultados”)
Lo que sucede a partir de ello es conocido: los medios circulan los resultados de PISA y llega a ser tapa durante varios días. Luego se analizan avances o retrocesos en el ranking como éxitos o fracasos. Más tarde se consultan algunos expertos, se polemiza y hay quienes terminan haciendo campaña diciendo que en su futuro gobierno los resultados de PISA serán mejores y con ello la educación será mejor.
En el medio de ello se dejan olvidados a los docentes. Porque va de suyo que si lo que se toma por mejora o bondad del sistema educativo son los resultados de una prueba, las cargas caerán sobre las espaldas de los alumnos y las manos de los docentes. Sin embargo en todo este proceso son los alumnos y docentes quienes aún no han opinado a pesar de ser los eventuales destinatarios de premios y castigos.
¿Cómo alumnos y docentes van a confiar en una evaluación cuya formulación los excluye, pero cuyos resultados los afectan?
Es en este punto y con este ejemplo tan difundido de las pruebas PISA donde queremos plantar bandera. Lo fundamental para que cualquier proceso de evaluación del Sistema Educativo rinda sus frutos y posibilidades de mejora, es que genere confianza en todos los sectores implicados en la problemática educativa. Y la única manera de generar confianza es a través de los consensos:
1. PARTICIPACIÓN: Todos los actores del sistema educativo deben ser parte de la formulación de un sistema de evaluación nacional que determine qué contenidos evaluar, para qué educación, qué proyecto de país y tipo de integración regional.
2. INTEGRALIDAD: buscamos evaluar la totalidad del sistema educativo incluyendo a todos sus actores, sin preconceptos o direccionalidades tendientes a poner o quitar responsabilidades sectoriales.
3. PROFUNDIDAD: No interesa el resultado en sí mismo sino como la consecuencia final de un proceso multicausal que influye y condiciona al sistema educativo.
4. INCLUSIÓN: La evaluación de un sistema educativo no puede prescindir analizar la situación de ingreso, permanencia y egreso de sus alumnos.
5. CYMAT: ¿Cómo se enseña? ¿Con qué recursos? ¿En qué condiciones? ¿Cuál es la situación laboral de los docentes? ¿Cuál es el estado de los edificios escolares?
6. DESEMPEÑO ESCOLAR: Tomado como un dato de alto valor destinado a fortalecer la estrategia de evaluación integral y nunca como una finalidad en sí misma.
7. EJECUTORIEDAD: que los resultados de la Evaluación no sean un mero dato estadístico, sino que sean la base de la reformulación de aquellos puntos del sistema susceptibles de cambios y mejoras.
Estamos convencidos que la Evaluación y mejora constante del sistema educativo debe ser una política de estado legitimada en una formulación democrática y participativa.
En este sentido es innegable que el ámbito de la Paritaria Federal Docente, como órgano político sobre el debate de las políticas laborales del sector docente, sumado a su íntima relación con el Consejo Federal de Educación, es un ámbito donde muchos de los consensos enunciados anteriormente podrían alcanzarse.
La simbología de esto no es menor. Que la evaluación del sistema educativo sea parte de la agenda paritaria implica aceptar la responsabilidad de que sea la base sobre la cual se asienten las mejoras del sistema educativo, garantizando más y mejores derechos para todos los argentinos. El desafío queda planteado.