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Caja de jubilaciones: Mezclados en el revuelto Gramajo

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por Martín Lucero / Secretario General SADOP Rosario

Como un certero golpe, estudiado y preparado para causar el efecto deseado, el senador del departamento 9 de Julio, Raúl Gramajo, esperó el momento para asestar el impacto. Pasadas las elecciones generales santafesinas, con las autoridades en proceso de transición, el legislador, con varios años en el Senado, presentó un proyecto de ley que propone una comisión que estudie en el plazo de 365 días una reforma del régimen jubilatorio a los fines de garantizar la "sustentabilidad de la Caja", define.

El proyecto tiene una técnica legislativa bastante pobre y no arroja grandes precisiones sobre los parámetros en los cuáles debería apoyarse la eventual reforma; además, tampoco plantea sus objetivos, ni los mecanismos de actuación de la comisión. En pocas palabras, no dice absolutamente nada. Sin embargo, en los hechos significa mucho.

Con la sola presentación del deslucido proyecto, Gramajo logró su objetivo: instalar la idea de que la Caja de Jubilaciones no va a poder afrontar sus compromisos, poniendo bajo zozobra tanto al sector pasivo, como a los activos. Los primeros, por temor a no cobrar su haber jubilatorio, los segundos, en tanto, por temor a que le impongan reformas que le retrasen o impidan jubilarse.

De esta manera, con un pobre proyecto de tan sólo ocho artículos el senador logra su cometido: instalar en Santa Fe la agenda del recorte y la pérdida de derechos de los trabajadores para paliar el déficit. Una idea que, heredera del más crudo neoliberalismo, puede empezar por el déficit de la Caja de Jubilaciones pero nadie sabe dónde puede terminar.

Los nostálgicos del "Déficit cero" de Cavallo no dudarían ni un segundo en volver a proponer leyes de emergencia, congelamientos salariales y recortes jubilatorios. Evidentemente no han cambiado sus ideas. Conocedores de los tiempos políticos, se vieron obligados a guardar las formas. Queda claro que, así como hay quienes añoran la música de los 80, existen quienes no dejan de soñar con el modelo económico de los 90.

Pero nada de esto sería llamativo si sólo quedara en la iniciativa de un grupo de legisladores que confluyeron en presentar una iniciativa polémica y antiobrera. Lo que preocupa es que tanto el actual senador y gobernador electo, Miguel Lifschitz, como el gobernador en ejercicio y futuro diputado provincial, Antonio Bonfatti, han manifestado su acuerdo con la propuesta. Qué triste y duro futuro les espera a los trabajadores estatales santafesinos si el primer tema de agenda del próximo gobierno es estudiar un ajuste o la restricción de sus derechos. Sin contar que, paralelamente, se haya logrado el concurso y acuerdo de legisladores que supuestamente se enrolan en la oposición. No hay que ser demasiado observador para ver que esta coincidencia de pensamiento no es casual o fortuita. Es deliberada y analizada, y crudamente expuesta.

Todos los sindicatos provinciales han planteado su férrea oposición a cualquier cambio en el sistema de la Caja de Jubilaciones y Pensiones. Cumpliendo el mandato fundacional de defender a los trabajadores, no existen trabajadores o entidades gremiales dispuestas a volver a las políticas de los 90, sea cual fuere el partido o gobernante o acuerdo político que intente implementarlas. Un mayoritario grupo de legisladores así lo entendieron y comprometieron su rechazo al proyecto, que en estas horas duerme en algún cajón.

Pero este hecho debe servir de muestra para el gobierno que viene. En lugar de la agenda del ajuste, ¿no es mejor pensar en una reforma tributaria justa que haga que los que ganan fortunas y no pagan, o pagan poco, aporten en el mismo grado de esfuerzo que se le pide al ciudadano común? En lugar de pensar en cuánto más se puede dividir la torta de ingresos, ¿no es más progresista pensar en una torta más grande y repartida de manera equitativa?

Una reforma jubilatoria afecta intereses. Una reforma tributaria justa también. La diferencia radica en la decisión política de priorizar el derecho del débil o seguir protegiendo por omisión, temor o compromiso, los intereses de los poderosos.

No hay margen, ni lugar, para el retroceso en los derechos. Quienes imaginaron un nuevo tiempo, donde los impulsos reaccionarios dejarían todo como era en la nefasta década del 90, deberán guardar sus anhelos de pizza y champán hasta que ganen una elección.

Y quienes ganaron deberán honrar sus cargos. No montados en una agenda producto de un "revuelto" de ocasión, donde sale de todo un poco, sino, generando políticas públicas en beneficio colectivo y, en especial, de los más necesitados.