Martín Lucero / Secretario General del SADOP Rosario
Es fácil hablar de educación como una idea abstracta. La mayoría de nosotros hemos pasado por un aula y hemos continuado en contacto con el sistema educativo como padres, hermanos, abuelos o vecinos de chicos que van a la escuela. Entonces, ¿cómo no apropiarse de una institución que sentimos tan cercana, al punto de que guarda muchos de los recuerdos que nos quedan en la vida? ¿Cómo no sentir volver a la escuela cuando hemos forjado amistades que nos han marcado por toda la vida? ¿Cómo no volver mentalmente al aula cada vez que se nos cruza en la vida la posibilidad de aplicar algún conocimiento, o enseñanza, que aprendimos en esas paredes? En definitiva, ¿cómo no sentirse parte de la escuela cuando fue, siempre, por definición, "segundo hogar" de cada uno de nosotros en algún momento de nuestras vidas?
En el caso de quienes eligieron la docencia como profesión, motivados por una enorme vocación de servicio, esos lazos se agigantan. La escuela no es parte de un recuerdo o una remembranza. La escuela es parte de la vida misma y, así, el vínculo con el maestro o "profe" está presente en la mayor parte de su vida. La opción por la educación define al docente como una persona que está dispuesta a entregar su esfuerzo y su vida a la enseñanza de ciencias, valores y experiencias que permitan que nuestros niños puedan desarrollarse en libertad en una sociedad que no siempre es amigable para incluir a todos.
Como en todos los sectores y profesiones, los docentes tienen distintas ideas políticas. Pero todos, sin distinción, se sienten frustrados ante la marginalidad, la exclusión o la injusticia social. Porque representan el anti valor de lo que enseñan en las aulas. No debe haber algo más decepcionante que ver cómo los valores y los derechos que se enseñan en la escuela no son experimentados por todos los alumnos, víctimas de contextos sociales de marginalidad, violencia, pobreza y hasta olvido. Y esto es así porque el Estado no logra llegar de manera efectiva. Pero, al mismo tiempo, ese Estado carga sobre las espaldas del sistema educativo -y de sus docentes- paliativos que intentan enmascarar deficiencias de otras políticas públicas, como el desarrollo social o la seguridad ciudadana. Nos enfrentamos, entonces, a un Estado que exige que la "Educación" resuelva problemas que por sí sola no puede abarcar ni resolver.
Dentro de esta realidad, muchos confunden, malintencionadamente, las frustraciones de los docentes con la "falta de vocación o compromiso". Nada más alejado de la realidad, porque si no existiera vocación, no habría malestar o "stress". Daría lo mismo una cosa que la otra y lo que hay en realidad es, muchas veces, una sensación de abandono. De remar permanentemente contra la corriente, luchando con un escarbadientes un duelo en el que la realidad lo hace con espadas.
Resulta, de esta manera, llamativo como a muchos políticos les preocupa el "ausentismo docente" y dejan traslucir, sin vergüenza, que hay muchos vagos dentro del sistema. Como respuesta, se proponen controles, auditorias y presentismos, sin importar causas o enfermedades. ¿No llama poderosamente la atención que se preocupen más por los maestros que faltan, que por los pibes que no van a la escuela? ¿Son los docentes los que no tienen vocación, o es falta de voluntad política de algunos sectores para definir que la inclusión social solo se va a lograr si los que tienen más aportan más?
Siempre va a ser más fácil descontarle el día a un maestro enfermo que aumentar los impuestos a los ricos y los poderosos. Triste proyecto de país tienen los que proponen mano dura al débil y condonaciones inmorales a los poderosos.
En el mientras tanto, los docentes, seguimos educando, fomentando la cultura, promoviendo la convivencia pacífica, innovando con las herramientas que se tienen a mano, impulsando la igualdad de oportunidades como verdadero camino a la inclusión social. En definitiva, haciendo escuela.
Por todo esto, en este Día del Maestro no hay mejor homenaje que reconocer en cada compañero la noble voluntad de trabajar todos los días por un país mejor. A pesar de los problemas, las dificultades y las críticas injustas, que duelen, pero que jamás opacarán la enorme satisfacción de ser parte de la vida de innumerables alumnos en los que han dejado un pedazo de su vida.
La escuela es hermosa, y forma parte de nuestra vida personal. Nuestro desafío, como sociedad, es demandar que la educación sea una prioridad, pero no como un slogan que pasa como tantas cosas, sino como pilar de un proyecto de país donde todas las políticas públicas estén dirigidas al desarrollo del ciudadano y el pleno ejercicio de sus derechos.
Feliz día del Maestro. A todos, gracias por el compromiso y el testimonio.