Jacinta Pichimahuida, sus historias y la de sus alumnos acompañaron parte de la infancia de muchos de nosotros. Apoyada claramente en el estereotipo de la maestra que hace de su trabajo un apostolado, de manera abnegada y servicial, su compromiso con los problemas sociales puede advertirse desde algún conflicto surgido en el seno familiar de algún protagonista de la serie. Pero nunca vimos a la abnegada Jacinta hacer un paro, caminar en una marcha o reclamar por alguno de sus derechos laborales. Jacinta participando de una huelga hubiera sido un capítulo de "colección". Quizás demasiada transgresión para la época. Y un mensaje fuerte para los parámetros político culturales del momento. Además, "Señorita Maestra" era una "ficción" y no tenía por qué reflejar la realidad con precisión "documental".
Sin dudas la actualidad del trabajo y la profesión docente poco tienen que ver con el "Modelo Señorita Maestra". Las demandas sociales emergentes, y cada vez más complejas que la realidad impone, dejan poco margen para la neutralidad ideológica del docente. Mucho menos para pensar la escuela como una fortaleza donde los problemas quedan en la puerta. Es imposible educar prescindiendo de los compromisos que impone la realidad: trabajar por la inclusión social, reclamar mayor inversión del Estado en bienes e infraestructura, exigir la permanente mejora de las condiciones salariales, de trabajo y formación profesional, demandar la implementación de planes que fomenten la equidad educativa y la igualdad de oportunidades, son reclamos que ocupan la agenda docente.
La imagen de la Carpa Blanca, los actos contra las políticas de ajuste de los noventa, las movilizaciones en ocasión de reivindicaciones gremial integran el acervo simbólico de un gremio docente que asume la lucha en defensa de la educación como bandera propia y como demanda social.
Es raro ver cómo muchos detractores de los maestros hablan con un sesgo despectivo de la "proletarización docente". Acusan a los maestros de pensar más en "sus intereses sectoriales" que en el bien común y exhiben como prueba que "no les importa dejar los niños sin clases". Y de manera enfática sostienen que ya no se trabaja "por vocación". Paradójicos razonamientos que no se sostienen en la cotidianeidad: ¿Qué más fuerte que la vocación de trabajar por el otro y el futuro de la patria que la de ir a enseñar todos los días en un contexto social cambiante y demandante, muchas veces en condiciones desfavorables y con una limitada cantidad de herramientas o recursos que provee el Estado? Hace falta mucha vocación para encarar semejante tarea. Y mucho espíritu de lucha para rebelarse contra la realidad y tratar de mejorarla. Hay incluso quienes, como Carlos Fuentealba, han dejado su vida en esa militancia.
Quienes oponen es su ideario el "Modelo Señorita Maestra" al "Modelo Docente Proletario" cometen varios errores, pero principalmente dos. En primer término la lucha por las convicciones no puede entenderse como negación de la vocación. Y en segundo lugar Jacinta Pichimahuida era un personaje de ficción que representaba un estereotipo de maestra, mientras que Carlos Fuentealba fue un maestro de verdad, comprometido con su valores e ideales. Un hombre de su tiempo.
Es por eso que en este Día del Maestro, y en homenaje a todos los educadores, enarbolamos con orgullo y determinación el mandato que dice "Educamos por vocación y Luchamos por Convicción". Vocación por formar a los argentinos de hoy para que se puedan realizar con plenitud y equidad en nuestro país…. Y Convicción de luchar todos los días por un país justo, inclusivo e igualitario.
A todos los compañeros que abrazaron con innegable compromiso y amor la tarea de educar al prójimo: Feliz día… Y Gracias.
Martín Lucero
Secretario General
SADOP Rosario